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El misterioso origen de los drusos

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Arab Ministry

published septiembre 1, 2024
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Imagina un mundo donde los secretos son la base de tu identidad, donde solo unos pocos elegidos conocen verdaderamente los misterios de tus creencias. Este es el mundo de los drusos, una de las comunidades religiosas más misteriosas del planeta. La fe drusa es tan hermética que solo sus principales líderes espirituales han conocido sus verdades más profundas, y hoy en día nadie puede convertirse al druso. Nadie. Es una religión que guarda con fiereza sus entrañas, lo que la hace fascinante y esquiva a la vez.

Los orígenes ocultos de un líder misterioso

La historia de los drusos comienza con un hombre rodeado de misterio: Hamza ibn Ali ibn Ahmad. Nadie sabe dónde, cuándo ni cuándo nació. La tradición sostiene que provenía de una familia persa y era un místico musulmán chiita. Pero más allá de eso, sus orígenes son tan enigmáticos como la religión que fundó.

Hamza fue un hombre de inmenso intelecto, profundamente versado en la teología islámica, la filosofía griega y las tradiciones religiosas del mundo, desde el cristianismo hasta el budismo, el hinduismo y más allá. No era solo un erudito; era un buscador, alguien que no se conformaba con las respuestas que solo ofrecía el islam. Buscó la verdad en todas las religiones, tomando lo que creía mejor de cada una y combinándolo con una nueva fe.

En sus enseñanzas, Hamza honró a un grupo diverso de profetas bíblicos, desde Adán y Noé hasta Moisés, Jesús y Juan el Bautista. Curiosamente, también concluyó que Jetro, el suegro de Moisés, no solo era un profeta, sino el verdadero padre ancestral del pueblo druso.

Los drusos son famosos por las tradiciones (y recetas increíbles) que han mantenido durante cientos de años.

Credos fundacionales de Hamza

Uno de los aspectos más distintivos de la creencia drusa es el concepto de la reencarnación. Hamza enseñó que el alma es eterna y que se mueve a través de un ciclo continuo de renacimientos. A todos los drusos nacidos hoy en día se les enseña que son reencarnaciones de drusos fallecidos. Dependiendo de las acciones de una persona en vida, será elevada o degradada en la siguiente vida. Testifican que esta creencia ofrece consuelo y guía moral a los drusos, animándolos a vivir vidas éticas en armonía con la voluntad divina.

La comunidad drusa, con dos niveles, se divide en dos grupos distintos: los al-Uqqal, o los Sabios, y los al-Juhhal, o los Ignorantes. La gran mayoría, alrededor del 95%, pertenece a esta última categoría. A estos miembros no se les permite consultar los textos sagrados ni asistir a reuniones religiosas; sin embargo, casi todos los drusos creen en Dios.

Sin embargo, la comprensión de la unidad de Dios, un Dios que trasciende la comprensión humana, el tiempo, el espacio y la experiencia humana, es central en las enseñanzas de Hamza. Hamza comprendió la grandeza de Dios, pero pasó por alto la naturaleza personal de un Dios que anhela la relación con su creación.

Un aliado real: el papel de Al-Hakim

Pero ¿cómo logró esta religión secreta ganar miles de seguidores (hoy superan el millón en todo el mundo)? La respuesta reside en un poderoso aliado: al-Hakim bi-Amr Allah. Al-Hakim no era un gobernante cualquiera; era el líder supremo de gran parte del norte de África y el Levante (Israel, Líbano y Siria), con residencia en El Cairo. Califa e imán a la vez, algunos rumoreaban que era descendiente de Mahoma, mientras que otros decían que su madre era cristiana. Era excéntrico y controvertido, y gobernó con absoluta autoridad. Conoció a Hamza, escuchó sus nuevas doctrinas y las abrazó plenamente. Al-Hakim se convertiría en el fundador de la nueva religión drusa.

La adhesión de Al-Hakim a las enseñanzas de Hamza fue crucial. El 30 de mayo de 1017 d. C., Hamza proclamó oficialmente su nueva religión y declaró a Al-Hakim una figura divina, una audaz ruptura con el islam que marcó el inicio de la fe drusa. Las acciones religiosas de Al-Hakim se consideraban a menudo enigmáticas y contribuyeron a su reputación de figura misteriosa y controvertida. Sin duda, el apoyo de Al-Hakim le dio al movimiento la fuerza que necesitaba para prosperar.

El destino de Ad-Darazi y Al-Hakim

Entre los primeros seguidores de Hamza se encontraba Muhammad bin Ismail ad-Darazi, un evangelista de gran influencia que atrajo a muchos conversos a la nueva fe. Sin embargo, la ambición lo venció, llevándolo a reivindicar la divinidad, una decisión que Hamza no apoyó. Hamza excomulgó a ad-Darazi, pero se cree que al-Hakim lo ejecutó para preservar la unidad del movimiento druso. Irónicamente, a pesar de su caída en desgracia, la religión pasó a conocerse como drusa, en honor a esta figura desacreditada.

El reinado de Al-Hakim terminó abruptamente en 1021, cuando desapareció misteriosamente durante una cabalgata nocturna en El Cairo. Su desaparición sigue siendo uno de los misterios sin resolver de la historia, lo que aumenta la intriga que rodea a la fe drusa. Hasta el día de hoy, los drusos esperan su regreso, creyendo que renacerá milagrosamente y marcará el comienzo de una nueva Edad de Oro en el Juicio Final.

Tumba de Jetro, principal lugar de peregrinación de la religión drusa: Cuernos de Hittin Nebi Shu'eib, Alta Galilea, Israel

Sobreviviendo a través de los siglos

En los inicios de la fe drusa, los conversos eran bien recibidos. Hamza y al-Hakim difundieron activamente sus enseñanzas, atrayendo a seguidores de diversos orígenes. Como nota aparte, si bien los drusos se consideran étnicamente árabes, algunas investigaciones genéticas han encontrado evidencia de que los drusos actuales tienen más similitudes genéticas con los judíos asquenazíes que con los árabes.

Pero en 1043, Baha al-Din al-Muqtana, quien sucedió a Hamza, declaró que la fe drusa ya no aceptaría nuevos conversos. Baha sentía que debía mantener la pureza e integridad de la doctrina drusa. Los nuevos conversos probablemente traerían otras creencias que podrían corromper el canon original, mientras que quienes nacieron y crecieron en la fe serían fieles a sus enseñanzas. Esta decisión selló la identidad de la comunidad drusa como una fe cerrada y hermética, abierta solo a los que nacieron en ella.

Los drusos han enfrentado innumerables desafíos a lo largo de los siglos, pero siempre han encontrado la manera de proteger su independencia e identidad única. Se asentaron en zonas remotas y montañosas del Líbano, Siria y el norte de Israel, donde pudieron vivir relativamente aislados de los imperios que dominaban la región. Eran una comunidad pacífica y a la vez guerreros feroces ante la amenaza.

A medida que Oriente Medio experimentó cambios significativos tras la caída del Imperio Otomano en el siglo XX y el establecimiento de Israel, los drusos se adaptaron al nuevo panorama político. Estas adaptaciones se pueden apreciar en su vestimenta. Los hombres mayores visten pantalones anchos, característicos de los drusos, mientras que las mujeres mayores visten túnicas tradicionales similares a las de sus pares árabes. Sin embargo, los jóvenes visten de forma similar a la juventud israelí, aunque con un aspecto algo más modesto.

Un nuevo desafío: la modernidad y el Evangelio

Hoy en día, los drusos se enfrentan a un desafío diferente, uno que no se puede combatir con espadas. La sociedad moderna, la tecnología y las oportunidades que esta brinda están impulsando a la generación más joven hacia nuevos rumbos. Sin embargo, esta exposición gradual al mundo exterior también ha abierto una puerta para que algunos drusos escuchen la Buena Nueva.

Hasta ahora, convertirse al cristianismo era casi inaudito en la comunidad drusa. Y quienes lo han hecho pagan un alto precio: jamás podrán regresar a su pueblo como verdaderos drusos. Esta es una decisión difícil para quienes crecen con un fuerte sentido de pertenencia. Pero para algunos, la promesa de una conexión real con Dios a través de su Hijo, antes inalcanzable, vale la pena el sacrificio.

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