Una luz en la oscuridad
Cómo empezó todo - Parte 11
Rabin dobló el papel con la letra de la canción y lo guardó en el bolsillo izquierdo de su camisa. Dio las gracias al alcalde de Tel Aviv por haber organizado la manifestación por la paz y le dijo que había sido una de las noches más felices de su vida. Unos minutos más tarde, ese papel quedaría atravesado por un agujero de bala y empapado de sangre.
El Primer Ministro Yitzhak Rabin, el hombre de la paz, habló en el mayor mitin por la paz celebrado en toda su vida. Se llevó a cabo en el centro de Tel Aviv, en la Plaza de los Reyes de Israel, la noche del sábado 4 de noviembre de 1995. Más de cien mil admiradores habían concurrido para festejar la llegada de la paz al Estado judío, asediado por el incesante terrorismo. Una de las controvertidas canciones populares israelíes de los años sesenta, The Song of Peace, figuraba en el programa (su letra cuestionaba la glorificación de los esfuerzos religiosos y la victoria a través de la guerra). Rabin no cantaba, y mucho menos en público. Esa noche, sin embargo, se unió a uno de los artistas pop de Israel y entonó con la multitud:
Que el sol salga y brille hasta la mañana,
La pureza de la oración no nos hará volver.
Aquel cuya llama se ha apagado y está enterrado en el polvo,
Un amargo clamor no lo despertará, no lo traerá de vuelta…
Las alegrías de la victoria y los cantos de adoración no nos ayudarán.
No digas: «El día llegará».
Haz que el día llegue, porque no es un sueño.
Y en todas las plazas, grita solo paz.
No susurres una oración,
Es mejor que cantes con un gran grito una canción de paz.
Después, Rabin dobló el papel con la letra de la canción y lo guardó en el bolsillo izquierdo de su camisa. Dio las gracias al alcalde de Tel Aviv por haber organizado la manifestación por la paz y le dijo que había sido una de las noches más felices de su vida. Unos minutos más tarde, ese papel quedaría atravesado por un agujero de bala y empapado de sangre.
Esa mañana del domingo 6 de noviembre, cuando se cerraron las compuertas para preparar el funeral, decenas de miles de personas se quedaron esperando en la fila para poder despedirse del primer ministro asesinado. Durante las veinte horas que el cuerpo de Rabin permaneció en la Knesét, más de un millón de israelíes acudieron al lugar. Durante los siete días siguientes, otro millón más visitaría la tumba, casi la mitad de toda la población de Israel en aquel entonces.1La población de Israel en 1995: 5.3 millones
Llegaron dignatarios de ochenta y seis naciones para honrar a un hombre al que los gobernantes del mundo consideraban un gran estadista. Las imágenes eran surrealistas: el rey Hussein de Jordania y su reina llorando; la increíble compasión en las palabras de despedida del presidente Clinton: «Shalom, Haver», que significa «adiós, amigo». El gesto no pasó desapercibido para los israelíes e incluso años después se podían ver coches circulando por las calles israelíes con pegatinas en los parachoques que leían «Shalom Haver».

El cielo y las maldiciones
Nos pareció muy extraño que, pese a que el primer ministro no creía en la existencia de Dios, su viuda, su nieta y muchas personalidades públicas se dirigieran a él como si estuviera en el cielo. Era como si esta nación, en la que la mayoría se declaraba atea o agnóstica, no se atreviera en aquel momento de su muerte a creer que no existe un más allá.
Sin embargo, muchos ultraortodoxos tenían un sentimiento diferente; un gran número de ellos veían a Rabin como una amenaza para el destino de Israel ya que él estaba determinado a ceder tierras para garantizar la creación de un Estado palestino. De hecho, su asesino fue un estudiante ortodoxo de una universidad ortodoxa con otros dos cómplices ortodoxos.
Otra muestra de aquel odio fue el pronunciamiento de una antigua maldición ortodoxa que se hizo pública dos semanas antes de la muerte de Rabin. Citamos:
«A Yitzhak Rabin no le queda mucho tiempo de vida. Los ángeles tienen sus órdenes. Al primer ministro le esperan el sufrimiento y la muerte», o eso dicen los cabalistas que lo maldijeron con el pulsa denura, látigos de fuego en arameo, por su política «herética».
«Está promoviendo el odio contra el judaísmo», dice el rabino de Jerusalén que, vistiendo los tefilín, 2 filacterias leyó la más aterradora de las maldiciones en la tradición del misticismo judío, frente a la residencia de Rabin en la víspera de Yom Kippur.
«Y sobre él, Yitzhak hijo de Rosa, conocido como Rabin —decía el texto arameo— tenemos permiso… para exigir a los ángeles de la destrucción que lleven una espada a este malvado… para matarlo… por entregar la Tierra de Israel a nuestros enemigos, los hijos de Ismael».
El rabino, que no quiso que se publicara su nombre pero que se identificó como miembro del movimiento de extrema derecha Kach, dijo que la maldición suele funcionar en treinta días. Esta maldición se hizo el 3 de octubre; Rabin fue asesinado treinta y dos días después.3 Jerusalem Report, 16 de octubre de 1995
Para la mayoría de los israelíes, no obstante, el asesinato era algo impensable. Los judíos podemos pelear y discutir entre nosotros, pero con tantos enemigos en todo el mundo, nunca nos enfrentaríamos a los nuestros. En el séptimo día de luto, el primer ministro en funciones, Shimon Peres, declaró: «Nunca he visto tanto lamento entre nuestro pueblo, como el que veo ahora».
Conferencia de renovación en Jerusalén
John y Carol Arnott, de la congregación Airport Vineyard de Toronto, aterrizaron en Tel Aviv apenas unas horas después del asesinato del primer ministro Rabin. Los Arnott, que tienen un profundo amor por Israel, habían sido invitados por nosotros y por ocho pastores y líderes israelíes para ministrar en una conferencia de tres días en Jerusalén, del 6 al 8 de noviembre; en cambio, llegaron a una nación en plena catástrofe.
La cuestión era si la conferencia debía celebrarse. Se había orado y ayunado mucho en Israel, y en todo el mundo, por esta conferencia. ¿No había conocido Dios todos estos acontecimientos desde el principio? ¿Cómo podríamos hacer algo más que no sea seguir adelante? ¿Qué esperanza hay para Israel, excepto que Dios derrame su Espíritu?
El primer servicio para pastores y líderes estaba programado para la 1 de la tarde del lunes, la hora exacta en que el cuerpo de Yitzhak Rabin era llevado a su lugar final de reposo. El centenar de líderes mesiánicos, que se las había ingeniado para dar un rodeo por las numerosas carreteras cerradas de Jerusalén, llegó y nos sentamos a ver el funeral en un televisor que nos había facilitado el hotel. Después de escuchar varios discursos de líderes mundiales, dejamos el televisor en silencio, y solo se veían los rostros de llanto de quienes asistieron.
Muy afligidos, comenzamos a interceder por nuestra nación con lágrimas y peticiones a Dios para que se apiade de nuestro gobierno y de nuestro pueblo. Oramos para que el renacimiento y la salvación llegaran a Israel, para que recibieran corazones de carne y fueran liberados de sus prisiones espirituales. Adoramos a Dios cantando sin instrumentos musicales, como es la costumbre judía en tiempos de luto. Cuando el ataúd fue bajado a la tumba, volvimos a subir el sonido del televisor y presenciamos el entierro; y así nos despedimos de Yitzhak Rabin, el líder de nuestro país.
Más de seiscientas personas asistieron a la conferencia cada una de las dos noches en que los servicios estuvieron abiertos al público. De alguna manera, la noticia se había difundido. Un buen número se acercó para aceptar a Yeshúa como su Mesías, y muchos recibieron una profunda sanación en sus vidas. Los servicios duraron hasta la medianoche mientras la gente esperaba por Dios. Las personas partieron a casa únicamente porque el hotel apagó las luces.

La congregación HaSharon sigue creciendo
Regresamos a nuestra congregación con un nuevo fervor para llegar a nuestra nación. Y Dios estaba trayendo fielmente sus ovejas perdidas a nosotros.
Miriam, una joven analista informática, comenzó a frecuentar nuestros servicios gracias al consejo de su hermana. Nos contó cómo había buscado a Dios por todas partes:
Lo busqué en todo tipo de grupos ortodoxos. Me interesé por la Cábala (misticismo judío); asistí a los servicios de Jabad y de la secta ultraortodoxa de Breslev durante dos años. Sin embargo, lo que enseñaban no me parecía realista, sobre todo porque vi que decían una cosa pero vivían de otra. Yo buscaba algo más profundo.
Mi hermana había ido a los Estados Unidos y había tenido una experiencia que le cambió la vida. Cuando volvió, me llevó a casa de Yacov Damkani, un evangelista israelí, quien me explicó el camino de la salvación. Cuando mi hermana me habló de la Congregación HaSharon, decidí asistir.
Después de varios meses, consideré seriamente que estaba escuchando la verdad. Un día, durante esa época, estaba de pie frente al banco en el centro de la ciudad [Tel Aviv] para sacar dinero por la ventanilla automática, cuando vi a un amigo. Empezamos a hablar. Y entonces me descubrí diciendo: «Ay, debo irme», y empecé a caminar muy rápido aunque en realidad no tenía prisa por llegar a ningún lado. Dos minutos más tarde, llegué a la esquina de la calle Chernokovsky cuando una enorme explosión retumbó detrás de mí. La fuerza de dicha explosión me golpeó la espalda y empecé a correr, demasiado asustada para mirar atrás. Creo que doce personas murieron y cien resultaron heridas en ese ataque terrorista. No quedó nada de aquella ventanilla automática. Supe entonces que Dios estaba cuidando de mí; supe en lo más profundo de mi alma que Yeshúa era mi Mesías.
Miriam vino a nuestro servicio matutino del sábado después de la explosión y le agradeció a Yeshúa por salvarle la vida, y aceptó públicamente Su regalo gratuito de salvación aquel día.
Un rebaño sin su pastor
Aproximadamente un año atrás, Ari y yo habíamos conocido a Ed y Cathi Basler, de Chicago, Illinois. Su ministerio juvenil había comenzado por casualidad cuando sus hijos adolescentes empezaron a traer a sus amigos. Su casa se convirtió en una especie de refugio para los niños que padecían problemas, y a partir de allí fue que se desarrolló este ministerio para jóvenes. Por casualidad, o por obra del destino, la pareja había llevado a algunos de estos jóvenes a Israel y estaban en el país cuando le dispararon a Rabin.
De todos los grupos demográficos de Israel, sorprendentemente fue la juventud la que pareció tomarse más personal el asesinato del primer ministro. Cathi y yo caminamos en medio de miles de jóvenes por la plaza donde había ocurrido el asesinato, asombradas por lo que vimos. Noche tras noche, tanto en Jerusalén como en Tel Aviv, el pueblo de Israel venía de todos los rincones del país a pasar las noches en la tumba y en la plaza donde fue asesinado; lloraban, cantaban canciones tradicionales de luto en torno a la vida y la muerte, encendían miles y miles de velas, y simplemente guardaban shivá.4 Siete días de luto
Jamás habían asesinado a un primer ministro israelí. El periódico Jerusalem Post señaló: «[El asesinato] ha puesto su mundo [el de los adolescentes] de cabeza, destruido, en una violenta explosión de odio; los pilares de su sensación de seguridad, alguien que pensaban que siempre estaría ahí para protegerlos, se han derrumbado sin previo aviso». Las innumerables cartas y poemas eran de un carácter desgarradoramente personal, como si se las hubieran escrito a un abuelo querido más que a un líder político.5 10 de noviembre de 1995
Los mensajes eran devastadores: «¿Cómo pudiste dejarnos?», «Creí que siempre estarías aquí», «¿Quién velará por nosotros ahora?». Los niños estaban sentados en el suelo de sus escuelas mientras observaban sus velas encendidas. Era desconcertante, ya que en vida no habíamos percibido que Yitzhak Rabin fuera visto como un padre para la juventud de la nación. De alguna manera, su muerte había provocado el profundo vacío de una nación perdida, y los niños lo estaban haciendo saber.

Tenemos que llegar a nuestros jóvenes
Nosotros mismos nos sentimos abrumados por el dolor de estos jóvenes que se sienten perdidos. «Tenemos que llegar a ellos», decíamos una y otra vez mientras caminábamos entre los cúmulos de velas conmemorativas y los grupos de adolescentes con guitarras. La carga era doblemente pesada, ya que Ari y yo también estábamos lidiando con las luchas de nuestros propios dos hijos, que eran adolescentes y trataban de oponerse a la ola de cultura atea y hedonista en Israel.
Sobre todo en aquellos primeros días del movimiento mesiánico, los hijos de las familias creyentes de Israel a menudo se hallaban en una lucha continua para servir a Dios. Su sentimiento de aislamiento al ser una pequeña minoría solía hacerles temer e incluso avergonzarse de hablar de su fe. Abordar el tema del aislamiento era un buen punto de partida, ¡así que pusimos toda nuestra voluntad, fe y pasión en la preparación de nuestra primera conferencia nacional mesiánica para jóvenes!
Los socios de Maoz y los miembros de nuestra congregación tardaron unos meses en recaudar los fondos para el evento… que incluiría la oferta de transporte y la cobertura de los gastos de los jóvenes que no podían pagar para asistir.
Un total de ciento veinte adolescentes se reunieron en un kibutz del norte de Israel durante tres días y dos noches, en las vacaciones escolares de Pascua. Un par de docenas de líderes de seis congregaciones locales y varios grupos de jóvenes actuaron como comité de supervisión de la conferencia. Todos nos sentamos bajo el intenso, dinámico y ungido ministerio del pastor de jóvenes Scott Wilson, quien vino como invitado desde Dallas, Texas.
Fue un momento fantástico para que los adolescentes pudieran conocer a otros jóvenes creyentes de su edad, ya que la mayoría de ellos eran los únicos creyentes mesiánicos en sus escuelas. Estar con ciento veinte jóvenes que también siguen a Yeshúa fue realmente un banquete espiritual para todos ellos, y muchos dieron testimonio de que la conferencia les ayudó a entender que Dios no los había olvidado.

La experiencia los dejó muy entusiasmados. Todos sabíamos que habíamos recibido una visión de lo que Dios estaba dispuesto a hacer con nuestros jóvenes. Recibimos llamadas telefónicas de todo el país de pastores y padres que nos dijeron que sus hijos habían cambiado radicalmente. Todos los líderes de la congregación que habían participado estaban de acuerdo: ¡estábamos eufóricos! Sin embargo, ¿y ahora qué? Las semillas sembradas estaban frescas; había que cultivarlas. La respuesta tocó nuestra puerta al instante, pues el ministerio juvenil de Ed y Cathi, de nombre «Souled Out», ya estaba haciendo los preparativos para volver durante las vacaciones de verano y pasar tiempo con los jóvenes israelíes creyentes. Este sería el comienzo de un movimiento.
Dijimos que ciento veinte adolescentes mesiánicos asistieron a la conferencia, aunque en realidad fueron solo ciento catorce porque seis de ellos eran todavía adolescentes no creyentes que habían asistido a nuestra congregación y también a nuestros estudios bíblicos semanales para jóvenes. Estos eran literalmente muchachos que venían de las calles. Querían asistir a esta conferencia porque les dijimos que conocerían a muchos jóvenes creyentes de su edad. Uno de esos seis adolescentes se convertiría en un líder nacional de la juventud mesiánica y continúa sirviendo hoy como anciano en Tiferet Yeshua, la congregación que fundamos.
Durante la conferencia, conocimos a una periodista de Tel Aviv que se enteró por su hermano, que vivía en el kibutz, de que un interesante grupo llamado «Mesiánicos» estaría participando aquí. Pidió asistir a algunas de las reuniones y nos dijo que estaba anonadada con las historias que le contaban estos jóvenes. Estaba profundamente impresionada de ver a estos israelíes viviendo alegre y profundamente su fe en Dios a través de Yeshúa. En pocas palabras, la unción y el favor de Dios estuvieron muy presentes en esta maravillosa conferencia para la juventud. Fue una pequeña luz de esperanza en una etapa oscura de fragmentación en la generación juvenil de Israel.
No obstante, al por fin tocar los corazones de la siguiente generación, habíamos incursionado en un área que causaba gran temor al gobernante de esta tierra. Y no teníamos idea de la reacción que íbamos a enfrentar.
Continuará el próximo mes…