Los cohetes llegan a casa... ¡dos veces!

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Published: 1 de agosto de 2024 | Maoz Israel Reports

¡Shalom desde Jerusalén!

       Su nombre es Hezi. El apodo hebreo de Ezequiel. Él y su esposa, Shlomit, de 32 años, tienen cuatro hijos. Tienen un hijo y un yerno luchando en la guerra. Uno de sus nietos ya nació en esta guerra y el segundo nacerá este mes.  

       Hezi tiene una tienda local de comestibles y Shlomit es maestra de guardería cerca de la frontera libanesa. La vida antes de la guerra giraba en torno al hogar. No necesitaban vacaciones en el extranjero. Vivían para las tardes con sus hijos, nietos y amigos.

       Los conocimos cuando repartíamos vales de Maoz a los evacuados para cubrir los gastos de comida y ropa. Los evacuados suelen contarnos sus historias cuando se reúnen con nosotros.  Para ellos es tanto un acto de agradecimiento como una experiencia terapéutica sentarse con alguien que ellos sienten que los aprecia como personas. Hezi, como todos los evacuados, tenía su relato de cómo el 7 de octubre afectó a su forma de vida. Sin embargo, pocas semanas antes de que lo conociéramos, los ataques diarios de Hezbolá lo golpearon de lleno, literalmente.    

Hezi en lo que queda de su salón Derecha: Vista de la destrucción desde el exterior 

    Dicen que, como los rayos, los misiles no caen dos veces en el mismo sitio. Por eso Hezi no se lo podía creer cuando un amigo le envió fotos, no de uno, sino de dos misiles que habían caído en su propiedad: uno en el salón y otro en el patio.  

   La buena noticia era que, por algún milagro, el que había caído en el salón no había explotado, por lo que los daños se habían «limitado» al techo y al suelo. La mala noticia era que el gobierno solo cubriría las decenas de miles de dólares que costaría reparar los daños una vez que la guerra hubiera terminado y se pudieran tramitar los papeles.

Hezi comprendió que faltaban pocos meses para el invierno y que, si no arreglaba los desperfectos ahora, la humedad y el moho que se acumularían en el interior de la casa multiplicarían por diez los daños.  

Solo sellar el techo para el invierno le costaría casi 20 000 dólares. Estaba pensando en pedir un préstamo, pero ahora mismo no tiene a nadie que le compre, y Shlomit ha estado prestando voluntariamente sus servicios de guardería a los niños evacuados atrapados en hoteles de todo el país.  
   

Es en momentos como estos en los que en Maoz nos encanta decir: «¡Podemos ayudar!».    

Y son los socios de Maoz que han estado apoyando los esfuerzos de asistencia durante la guerra los que nos han dado esta fuerza: cristianos y judíos mesiánicos de todo el mundo que no solo quieren ver a Israel ganar esta guerra, sino ver al pueblo de Israel en pie —espiritual, emocional y físicamente— cuando por fin acabe.  

Por eso, que nos gustaría agradecerles todo el esfuerzo que han dedicado a esta causa y a esta misión.  
 

Por favor, no nos abandonen. Sigan orando con fervor. Si estamos aquí y somos capaces de luchar es gracias a personas como ustedes.  
 


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